sábado, 18 de marzo de 2017

Acoso callejero y castigos "excesivos"

Estimado Pepe:
Aquí escribí algunos aspectos de lo que me preguntaste ayer sobre el caso de Tamara de Anda y el episodio de acoso. No agota ni pretende hacerlo toda la cuestión sino son únicamente algunas ideas sobre mi posición al respecto. Tampoco espero que agote el diálogo. 

Piropear-acosar verbalmente es un acto de violencia, ya todos lo sabemos. Es una forma de violencia que a pesar de su aparente no fisicalidad (ay, nomás gritó “guapa” o una guarrada, no la tocó), no deja de ser una forma de agresión, en tanto expresa su opinión de la apariencia –que generalmente va de la mano de una connotación sexual (me gustas, estás buena, desearía cogerte…)- de una mujer sin que ésta la pida.
Ahora, pasemos al tema de las sanciones al acoso callejero. También sabemos todos que ya es considerado legalmente una falta. Desconozco cómo fue el debate político-legislativo que produjo esta realidad, pero así es. También desconozco el debate jurídico-legislativo que determinó el tipo de sanciones para castigar esta falta. Pero estamos de acuerdo en que el acoso, en sus múltiples variantes, es una falta legalmente reconocida y por tanto con sanciones determinadas.
En días pasados, Tamara de Anda (periodista con una considerable fama, especialmente entre las capas jóvenes e ilustradas –y digo ilustradas no en sentido peyorativo-, entre otras cosas por su consabida posición feminista) padeció un episodio de acoso cometido por un taxista ante lo cual ella decidió denunciar y el tema se viralizó en redes sociales. Todo lo que ha sucedió en torno al caso no lo voy a repetir aunque retomaré algunas cuestiones específicas para explicar, en concreto, mi opinión sobre una de muchas aristas que tiene el tema: el análisis clase-género y su relación con la sanción ante la falta (si es o no excesiva).
La pregunta que hiciste -a un tuit mío que decía “Flaco favor le haces si crees que a un determinado hombre, por ser él mismo oprimido en términos de clase, se le debe disculpar el acoso.”- fue el siguiente: “Seguimos sin entender el exceso del castigo. Por fa, respondan a eso.”. Intentaré responder.
Con base en mi experiencia personal y de investigación, considero que el tema de la violencia (en muchas formas y de diversos tipos) que despliegan los subalternos no debe ser un tabú. En este caso concreto, partamos del hecho de que el taxista que cometió la falta es un sujeto subalterno y que por lo tanto, la sanción que le fue impuesta legalmente por la falta que cometió (acosar a una mujer, que en este caso se considera privilegiada con respecto al sujeto que la agredió) aparece o se concibe como desproporcionada.
Primer punto: la sanción no es determinada por quien denuncia, sino por el reglamento vigente, así que en este caso concreto Tamara de Anda no tiene ninguna injerencia para establecer la sanción y menos para determinar si es justa o desproporcionada. Ella decidió denunciar, esa fue su prerrogativa, pero hasta ahí, no puede hacer más. ¿O acaso no debió denunciar?
Segundo punto, que es más bien una pregunta: ¿La sanción establecida en tal reglamento es justa o desproporcionada? Insisto en que no soy abogada y desconozco los detalles de la norma (no sé si en el caso del acoso callejero existen penas mayores o menores a pasar una noche en El Torito), pero en mi opinión, para el acoso verbal creo que una sanción administrativa de ese tipo no es lo más útil para efectos de que el sancionado no repita la falta. Más que pensar en términos de “castigo excesivo”, prefiero pensar en términos de “la utilidad de la sanción”.
Tercer punto: Como ya dije, entendí que una parte del argumento de que pasar una noche en El Torito fue “un castigo excesivo” estaba relacionado con el hecho de que el taxista es, en términos llanos, un sujeto oprimido (léase, un trabajador, sin dinero ni influencias para enfrentarse a un sistema judicial que reproduce las desigualdades sociales, es decir, racista, clasista y machista, entre otras), mientras que la agraviada es una mujer privilegiada (aunque es también una trabajadora no racializada, que tiene mayores posibilidades de defenderse, de hacerse escuchar, tiene una formación que le da cierto margen para ejercer sus derechos, etc.). En pocas palabras, el argumento sería: ella está abusando de su poder en contra de un sujeto indefenso. Aquí es donde creo que la cosa se presta a confusión y manipulación (y eso por no tocar el acoso virtual del que ha sido objeto Tamara de Anda). Intentaré explicar mi posición.
Para mí lo ideal es que existiera un sistema de justicia que involucrara mucho más a la sociedad en la educación-readaptación de los sujetos que cometen este tipo de faltas bajo esquemas de trabajo comunitario, de procesos en los que tanto el infractor como la gente pudieran escucharse (me parece más sano rendirle cuentas a los ciudadanos que a un juez que jamás nos rinde cuentas a nosotros), etc. Pero partiendo de lo que realmente tenemos, lo que les queda a las mujeres que sufren acoso es o recurrir a este sistema de justicia (corrupto, ineficiente, que reproduce las desigualdades, etc.) o irnos a nuestras casas (a llorar, resignarnos o a organizar la autodefensa).
Desde mi perspectiva, la violencia ejercida por hombres en contra de mujeres es parte sustancial del sistema capitalista, que se sostiene gracias al dominio heteropatriarcal. Una cosa es que no nos guste el tipo de sanciones legalmente establecidas para castigar el acoso y otra muy diferente que debamos disculpar o no castigar el acoso si lo comete un sujeto subalterno, so pretexto de que él está siendo más oprimido en el esquema mayor del sistema capitalista. Las violencias machistas, que van desde el acoso callejero verbal hasta el feminicidio, son parte sustancial de este dominio heteropatriarcal que sostiene al sistema económico (y por lo tanto, no están del todo desconectadas de la opresión que padecen los varones subalternos). No soy ingenua y es probable que el señor taxista no conecte que la agresión que cometió tiene relación con las formas en las que el sistema económico se reproduce y que implican su propia opresión, pero no creo tampoco que se le ayude al pretender disculparlo en este caso concreto. Por el contrario, creo que pretender disculparlo es condescendiente.
Que a algunos no les guste la sanción por excesiva pues qué pena pero es lo que hay. Siempre seré de la idea de que mientras existan leyes, hay que agotar su uso. La otra es que tomemos la ley en nuestras manos y nos autodefendamos, en virtud de que las normas y el sistema judicial está podrido hasta la médula; lejos de juzgar moralmente una opción así, lo que creo es que no es lo más conveniente específicamente para contextos de violencia callejera.